Un hallazgo literario
Por Clara Medina
02 de Diciembre de 2012
a del libro de Óscar Vela,
escritor ecuatoriano.
Óscar Vela no es un recién llegado a la
literatura. Pero yo recién llego a su literatura. Y llego por su cuarta novela,
Desnuda oscuridad, editada por Alfaguara, una obra que cautiva por su potente
narrativa y por la temática que aborda: la historia de unos seres marginales, a
quienes retrata, con acierto, en sus miserias, en sus desvaríos. Y como telón
está una ciudad que es Quito. O que puede ser cualquier ciudad del mundo. Una
ciudad que se traviste, que tiene un rostro oficial y muchos otros rostros
ocultos, identidades sumergidas.
Nacido en Quito en 1968, doctor en Jurisprudencia
y escritor, Vela es autor de las novelas El toro de la oración, La dimensión de
las sombras, e Irene, las voces obscenas del desvarío. Y con toda esta
experiencia previa, que incluye también una faceta de cuentista, publica
Desnuda oscuridad, que data del 2011.
Es una pieza de un escritor que muestra madurez
en la forma de contar, de construir los personajes que deambulan por las 234
páginas de las que está hecho este libro: un asesino, prostitutas,
homosexuales, mendigos, falsos profetas, gente de baja ralea, personajes de
doble vida, con historias sórdidas, pero edificados con matices que los vuelven
literariamente ricos, fuertes en su fragilidad, diversos en su complejidad,
arropados (o desamparados quizá sea mejor decir) por una ciudad que siempre se
enmascara, para esconder, tal vez, sus dolorosas realidades.
Los personajes están conectados entre sí y poco a
poco el lector lo devela. Ariel, Imelda, Sócrates o Moarry forman parte de un
engranaje. El libro es como un rompecabezas, armado con recursos temporales,
con presente y pasado. Por ese motivo, la historia de cada personaje está
fechada. Quien lee, va juntando cada una de las piezas, recomponiendo esas
historias personales, mínimas, hasta completar una visión amplia. Un universo
poblado de sombras, de fango, al que se asiste quizá con dolor, con sorpresa.
Pero también con la satisfacción que otorga el haberse encontrado con unas
páginas escritas con solvencia.
“Desnuda oscuridad” de Oscar Vela es una
de las mejores novelas que he leído en lo que va del año. ¡Impresionante!
Eduardo
Varas
ESCRITOR
FLAVIO PAREDES, EL COMERCIO
Redacción Cultura
DOMINGO 12/06/11A
Óscar Vela le gustan las novelas urbanas y que no son planas, los libros que
exigen al lector y que lo hacen cómplice del viaje del autor. Y a partir de
eso, de sus lecturas, sus influencias y sus búsquedas personales, Vela propone
‘Desnuda oscuridad’, su más reciente novela, pensada como la primera parte de
una trilogía.
En este libro, publicado por Alfaguara, el autor
invita al lector a un universo de personajes de rica construcción psicológica,
y a más que a caminar, a conversar con ese Quito de bares y cafés –reconocibles
para quien camina por La Mariscal o va una noche al Dionisios–, con el Quito de
departamentos en colinas o con el Quito que viste las ropas raídas del mendigo,
el quel que conspira desde las alcantarillas.
El relato parte de una historia real, pero es la
ficción que Vela supo construir con palabras, la que envuelve al lector. La
novela inicia con un crimen, sigue los pasos de un asesino de homosexuales,
habla de una secta gnóstica que profesa ‘la muerte mística’, descubre una mafia
de mendigos delincuentes, se arma desde un cruce de historias. Pero, sobre
todo, consigue una alegoría que muestra, en los sórdidos ambientes de una
ciudad travestida, los monstruos que habitan tras las máscaras de sus
habitantes.
Pero la perspectiva de Vela no juzga al monstruo,
más bien busca reconocerlo como un semejante. Vela busca meter al lector de
esta historia en el interior de sus personajes, que convivan, que compartan
sentimientos; que las reflexiones de Ariel, las sospechas de Teo, los recuerdos
de Sócrates existan en la mente de quien recorra las páginas.
Y el autor lo consigue mediante los narradores
que emplea para cada personaje: la interpelación desde una segunda persona para
Ariel, la voz en primera persona para Teo, la confesión o el informe para
Sócrates. O esa forma espectral de presentar a Moarry, el ‘dios’ que controla a
todos, y esa atracción serpentina, poderosa y letal, que proyecta Imelda.
En esos personajes y en esos espacios, Vela busca
siempre el más allá, traspasar lo evidente, conocer sus pasados, mostrar lo que
esconde el asfalto.
La estructura del relato responde a cómo funciona
la memoria: saltando y volviendo en el tiempo, recogiendo experiencias,
irrumpiendo situaciones, construyendo el perfil psicológico de los personajes.
Los acontecimientos se desarrollan a mediados de los ochenta, y a finales de
los noventa. Al momento uno sigue a los personajes en sus incursiones
subterráneas, al siguiente vuelve a un pueblo perdido, como quien vuelve a la
infancia, al trauma... Pero hay también pasajes que carecen de tiempo y
espacio, que se dibujan y se difuminan, como ilusiones.
Es que ‘Desnuda oscuridad’ funciona como un
espejo distorsionante, que muestra en el esperpento del reflejo, esa perversión
que ha superado cualquier índice de bondad.
POR JUANA
NEIRA MALO
Oscar
Vela es un escritor que pertenece a las nuevas voces de la narrativa
ecuatoriana, con una propuesta diferente y contemporánea.
“Desnuda
Oscuridad”, su más reciente novela, que es la primera de una trilogía. En ésta
encontramos cuatro historias que se entrelazan, varios personajes como Ariel,
atroz criminal; Sócrates, un hombre que vive en la miseria; Moarry, un
invisible titiritero que en mi lectura, resulta un personaje fundamental en el
desarrollo de la obra que manipula a su manera el hilo conductor de la
misma y sus personajes.
Un
personaje fundamental es la ciudad de Quito, que se convierte en un laberinto
con vericuetos sórdidos y oscuros por los que deambula la historia. Los rostros
surgen de las sombras, de la noche, escenarios sórdidos y complejos que nos
revelan una realidad estremecedora que se refugia en las entrañas de la ciudad,
la misma, que puede ser cualquiera del mundo contemporáneo.
Historia
que muerde y provoca, que mueve y conmueve, voces telúricas que sin duda
alguna, nos cuestionan y nos atrapan en un vértigo sin tregua que Oscar
Vela nos deja sin aliento.
No
nos podemos quedar sin leer “Desnuda Oscuridad” del escritor ecuatoriano Oscar
Vela, solo así, sabremos cuan intensas son las sombras de la vida misma y de la
condición humana.
Juana Neira Malo
Publicado el
30/Noviembre/2011 | 00:09
Por: Bernardo
Tobar Carrión
La novela Desnuda oscuridad,
editada por Alfaguara, acaba de vestirse con la luz del premio nacional de
literatura Joaquín Gallegos Lara, edición 2011. Publicada en junio, esta es la
cuarta creación de este género de Óscar Vela Descalzo, quien ya había recibido
hace tres años un reconocimiento internacional por un cuento taurino, en una
carrera literaria que hace tiempo dejó de ser promesa para ser referencia.
Porque cada lector merece la
suya, ahorraré aquí mi interpretación de la obra. Aunque diré que, si es
generalmente cierto que una novela cobra vida independiente al pasar por los
filtros de quien la lee, y aun se reinventa a sí misma cada vez que es
transitada por el mismo ojo a diferente tiempo, la última publicación de Vela
hace de esta cualidad de las letras el elemento estructural de la trama.
Porque, sin que el lector refleje la desnudez de sus miserias en el espejo de
su propia oscuridad, la novela habría perdido al principal personaje. Sus
páginas nos abren las puertas subterráneas de una urbe corroída en sus
cimientos éticos, y nos guía por los abismos de la pesadilla existencial, la
que ocurre en el sumidero de las conciencias lo mismo que en los canales de
aguas negras. Cada cual puede asomarse a su propio pozo.
Es una obra que retrata el
submundo que nos negamos a mirar, a aceptar siquiera que exista, una suerte de
universo paralelo en los intersticios de la San Franciscana ciudad de Quito,
cuyas alcantarillas, túneles y barrios impenetrables en los confines
controlados por los desalmados albergan a los profesionales del vicio, del
asalto, del asesinato, tanto a los que optaron conscientemente por despertar la
vena maléfica que atraviesa a toda persona, como parte de su naturaleza, como
los que fueron arrastrados por esos giros inesperados y súbitos de la vida, un
homicidio involuntario por celos, un pericazo demás de polvo blanco, la
venganza... Seres que acaban fabricando una religión a la medida de sus
desviaciones.
Y donde hay unos, hay otros,
los del otro lado de la ciudad, materialmente favorecidos aunque tan cultores
del vicio como aquellos, mutuamente necesitados en un intercambio, al otro lado
de la frontera social, que deje dinero a los unos y la reputación intacta a los
otros. Está claro que no es un libro con personajes fresitas y final feliz, de
lectura lineal e inequívoca, de esos que suelen emplearse para entretenimiento
ligero antes de la siesta vacacional; es lectura de gran estética, vértigo
narrativo e ilimitada imaginación, y hasta puede resultar ocasionalmente
indigesto, según las tripas de cada quien, dada la crudeza del planteamiento.
Ya en sus anteriores novelas, Óscar
Vela desnuda la hipocresía social y explora el desdoblamiento esquizofrénico de
los personajes y la génesis del crimen, marcando en la literatura ecuatoriana,
con su más reciente creación, un ángulo consistente y singular de reflexión
acerca de los misterios y miserias que hacen parte de la naturaleza humana, que
tan solo necesita unas gotas de vicio y vanidad para germinar en tronco de vida
torcido, con fruto venenoso.
El
periodista Jorge Ortiz comenta sobre esta novela:
“No
solamente por la destreza de la ambientación en submundos sórdidos y secretos,
sino también por la pulcritud del relato, la fuerza de los personajes y la
prolijidad en el manejo de lugares y tiempos, la obra de Oscar Vela confirma la
certeza de Ernesto Sábato de que -hay una cierta belleza en el horror-“
O el
comentario del escritor Rafael Lugo:
“Mientras
leía “Desnuda Oscuridad”, unas veces me sentía un dios todopoderoso y otras, un
mendigo purulento; en ambas formas sentí comodidad. Esta comodidad aparece
cuando las palabras son las correctas, cuando la historia te abraza y los
conceptos hacen sentido. He soñado con un par de personajes de la novela.
Todavía no me dejan encender la luz.
Como lector, celebro la aparición
de Desnuda oscuridad, novela que me mantuvo en vilo durante su lectura. La
delineación precisa de la trama, los personajes y los escenarios, ha prolongado
el placer del texto leído durante varias semanas.
La fría ambigüedad de
Ariel-Andrea me estremeció cada vez que aparecieron en escena, ya sea para
acogotar a un andrógino que le recuerda a sí mismo o para aludir a su perverso
maestro Moarry o a la incestuosa Imelda. La peligrosa labor que le permitirá a
Sócrates, alias Azarías, salvar su vida, nos conduce hasta los intestinos de la
ciudad, antípoda sucia de la colina del norte opulenta y cocainómana. Todo bajo
la mirada de un aciago demiurgo o Gran Dios inclemente y ávido de sangre.
La secta de los cuvivíes humanos
y suicidas nos sumergen en la profundidad de la mísera ciudad hasta las frías
aguas de Ozogoche, forjando una bellísima metáfora de la sociedad actual:
autómata e irreflexiva.
Como librero, recibo con
entusiasmo a Desnuda oscuridad, seguro de que su lectura deleitará a diversos
públicos y marcará positivamente la carrera literaria de su autor.
Marco González E., Librero de Mr.
Books.
ENTREVISTA DIEGO OQUENDO SÁNCHEZ, RADIO VISION
PRESENTACIÓN DESNUDA OSCURIDAD, JORGE ORTIZ, FUNDACIÓN
GUAYASAMÍN
Un
teatro dirigido desde el inframundo
DESNUDA OSCURIDAD • NOVELA • Oscar Vela • Editorial
Alfaguara • 234 páginas.
Desnuda Oscuridad es la cuarta novela
de Oscar Vela (Quito, 1968). En una ciudad decadente hay en un mundo
subterráneo, allí se ensambla un relato de ficción complejo y misterioso.
Hace siete años, un veinteañero se
dedicó a matar homosexuales de clase media y media alta en Quito. Fue atrapado
y actualmente está en la cárcel. Ese personaje actuó como detonante en la pluma
de Oscar Vela. Aunque no encontró en él más que un criminal sin complejidad
sicológica, supo construir uno: Ariel. Su vida es sólo una de las cuatro que
atraviesan por Desnuda Oscuridad.
Esta novela es tan compleja e
imbricada como la ciudad donde transcurre. Quito se desdibuja de forma tenue
para ser cualquier ciudad del mundo, bajo sus calles, en Megalópolis, la ciudad
de los desvalidos, hay una vida subterránea, gobernada por una secta de
mendigos. Aunque roban, son más que ladrones, son los seguidores de una secta
que cree en la muerte mística. Sobre el laberinto de la secta están Sócrates y
Ariel que, sin saberlo, son dos fichas de un ajedrez que se juega desde ese
submundo.
El gran titiritero de esta historia
es Moarry. Un albino que aparece en la vida de Ariel cuando éste es, apenas, un
adolescente enamorado de su hermana Imelda. Entre ellos hay una relación
erótica, que para Imelda es sólo un juego, pero descoloca a Ariel hasta querer
con todas sus fuerzas ser ella. Imelda es también quien arrastra el destino de
Sócrates, juntos huyeron a la ciudad cuando ella era una adolescente. Mientras
Ariel guarda un impulso destructor que no limita sus fuerzas para matar
homosexuales; Sócrates, que asesinó a un hombre, se convierte en espía de
la secta, a cambio de recuperar su libertad. Moarry no sale nunca de la
vida de Ariel, él lo huele, siente su presencia aunque no esté. Imelda es
quizá el personaje más inasible, no está presente sino en los recuerdos. Es la
causante de mucho de lo que ocurre, pero no está sino en una escena. Lo poco
que se lee de ella es absolutamente seductor, desde niña se revela como una
bomba sexual y una experta manipuladora. Pero ni una de sus razones está en
este libro.
Las historias de Ariel y Sócrates
transcurren con trece años de diferencia. Y cada capítulo es una voz, pues cada
personaje vive —o cuenta— su parte de la historia. Es un tejido exquisito, un
rompecabezas tridimensional que se va ensamblando a medida que avanza el
relato. Oscar Vela logra mantener el ritmo de la narración con microhistorias
que ayudan a construir el relato principal, como la de Teo que, sin ser un
protagonista, es el mendigo que guía a Sócrates por los secretos de la
secta.
Oscar Vela sabe construir atmósferas
tan densas como los personajes. Su ciudad es nocturna, mezquina y decadente. No
hay redención posible, tampoco la busca. La oscuridad es el líquido amniótico
donde flotan los personajes, fuera de ella no tendrían sentido.
Aunque hay un final, Desnuda
Oscuridad no termina en este libro. El círculo se cierra sobre Ariel, pero
Oscar Vela, gran lector del Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell, quiso
crear una historia con aliento suficiente para extenderse en dos libros más.
Quedan pendientes dos vidas que contar: Moarry e Imelda.
COMENTARIO JUAN MANUEL RODRÍGUEZ,
CATEDRÁTICO UNIVERSITARIO, ESCRITOR
Desnuda oscuridad es una novela que parece inspirada en el “Infierno” de
Dante. Con un estilo ajustado y preciso, natural y seguro, a través
de voces que se pliegan y repliegan, Oscar Vela nos cuenta
la abyección en una sociedad donde no hay resquicio para la bondad. Desnuda
oscuridad es la historia de la bajeza humana contada por los mismos
personajes que pueblan y encarnan el mal como si fuera la forma esencial de la
virtud humana. Las tinieblas, que pueden anunciar el amanecer o el
repudio de un Dios que remite a su misericordia, como en la clásica figura de
la “noche oscura del alma”, están ausentes. Tampoco hay ceguera física para
presentar la visión sabia de un Edipo. La vocación del sinsentido empuja a los
personajes simbolizados en los pájaros “cuvivíes” que recorren miles
de kilómetros para suicidarse en las aguas de la laguna de Ozogoche: la
seducción de la muerte y la revelación de la
nada. Por sus páginas y a través de una acumulación de
crímenes, violaciones y máscaras, seres amorales deambulan por un
laberinto donde todo comienzo no es el inicio de un final sino la reiteración
de que la perversión es una faceta bastante normal de la vida y debemos
saberlo.
Juan Manuel
Rodríguez
REDACCIÓN CULTURA. DIARIO EL TELÉGRAFO, 9 DE
MARZO DE 2012
“Desnuda oscuridad” es la
novela, editada por Alfaguara, con la que Óscar Vela obtuvo el premio nacional
de literatura Joaquín Gallegos Lara, edición 2011. El trabajo fue publicado en
junio del año pasado y es la cuarta creación del escritor, quien ya había recibido
hace tres años un reconocimiento internacional por sus cuentos.
Se trata de la primera
entrega de una trilogía y retrata el submundo que muchas veces está
invisibilizado o que no aceptamos ni siquiera que exista; es una muestra de la
otra cara de la ciudad de Quito, cuyas alcantarillas, túneles y barrios
escondidos en lo recóndito son frecuentados por esos seres expertos en
los vicios y el asesinato. Personajes que terminan configurando una religión a
la medida de sus desviaciones. Una multitud de seres solitarios anunciando que
la miseria los rodea.
Está estructurada
alrededor de cuatro historias, en donde Ariel aparece en la primera parte
encarnando a un criminal cruel, la sombra de un espectro del pasado en plena
descomposición, quien demuestra que su mayor afán es reafirmar su personalidad
y enterrar los monstruos del pasado que permanecen atormentándolo; Sócrates
interviene y representa a ese personaje sumido en la miseria que acepta
investigar a una secta a cambio de su libertad; Moarry es el ser invisible,
viejo titiritero, albino, quien maneja las vidas de todos para bien o para mal
insertando al lector en ese bajo mundo de la mendicidad.
Moarry es el personaje que
conectará a los demás e Imelda, mujer irresistible, letal, personifica a ese
ser incestuoso. Todos ellos engullidos por el inframundo de la obra.
“Hay distintas voces
narrativas, la idea fue darle una dinámica, sobre todo por la temática de las
escenas, lo primero fue hacer que uno de los personajes hable desde dentro,
mirándose a un espejo, remarcando lo ya vivido, pero reprochándose una y otra
vez, convergiendo entre su pasado, su paranoia y su realidad, mientras que los
otros tres personajes se desarrollan entre la primera y tercera persona,
jugando especialmente con saltos temporales”, explica Vela.
Marco González, librero de
Mr. Books, dice: “Celebro la aparición de Desnuda oscuridad. La recibí con
entusiasmo, seguro de que deleitará a diversos públicos marcando positivamente
la carrera de su autor”.
La obra confirma la
certeza de Sábato de que hay cierta belleza en el horror, provocando un
aturdimiento, un miedo, un vértigo narrativo; hasta puede resultar en ciertas
ocasiones repugnante o nocivo, según los gustos y deleites de cada uno de los
lectores, debido a la severidad de la temática planteada.